miércoles, 9 de abril de 2008

Elección interna del PRD

Los recurrentes conflictos en que derivan las elecciones para renovar la dirigencia nacional en el PRD resaltan la ineficiencia de su mecanismo electoral para determinar un ganador claro, a la vez que acentúan las disputas entre los grupos políticos que lo integran. Puede ser una oportunidad para el partido para repensar la forma de elección así como el papel de los liderazgos informales.


Hechos

El 20 de marzo se da a conocer que, durante el cómputo de los votos de la elección del PRD para elegir a su nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional (celebrada el 16 de marzo), se detectó un comportamiento atípico en la votación en 8 estados (Tlaxcala, Tamaulipas, Durango, Puebla, Oaxaca, Chiapas, Zacatecas y Tabasco) lo cual, según el equipo de Alejandro Encinas, candidato de la corriente de Andrés Manuel López Obrador, le daría a Jesús Ortega, su contendiente, 100 mil votos. Por su parte, Alfonso Ramírez Cuellar, también candidato a la dirigencia nacional del PRD, demanda al Comité Ejecutivo Nacional y al Comité Técnico Electoral garantías de que el cómputo final concluirá de acuerdo con las normas del partido y hace un llamado a Jesús Ortega y Alejandro Encinas para que se abstengan de contabilizar las casillas no instaladas.

El 21, Arturo Núñez, quien preside el Comité Técnico Electoral (CTE), declara que el PRD se encuentra en una profunda crisis, evidenciada por el proceso de elección interna y que, dadas las irregularidades, el resultado podría dirimirse en el TEPJF. Más tarde, el secretario general del PRD, Guadalupe Acosta, acusa a Leonel Cota de dar un “golpe brutal” a la elección por difundir conteos rápidos con datos inconsistentes y haber ordenado detener el PREP, asimismo, critica a las encuestadoras Mitofsky e IMO. Por su parte, Alejandro Encinas se declara ganador en Hidalgo, Jalisco, Quintana Roo, Querétaro, Sinaloa, Tlaxcala, Yucatán, Colima, Coahuila y San Luis Potosí; y Jesús Ortega en Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Morelos, Nayarit, Nuevo León y Durango.

Ese mismo día, Cuauhtémoc Cárdenas publica una carta en la que pide “declarar la anulación de las elecciones que se celebraron el pasado domingo 16. Es momento de asumir responsabilidades y no dudar en tomar decisiones: al Consejo Nacional corresponde designar a un presidente provisional y darle plenas facultades para el gobierno y la conducción del partido en el período de transición que debe abrirse desde este momento y hasta la elección de una nueva dirección. Este Consejo Nacional en funciones, hecha esa designación, debe disolverse al igual que todos los demás órganos de gobierno del partido. Es momento de comenzar de nuevo, de no temer a la renovación y al renacimiento”.

El 22, en una carta dirigida a los militantes del PRD, se afirma que las elecciones del PRD, llegaron “a grados tales de desaseo y confrontación, que exhiben lo extremo de su degradación y reclaman acciones drásticas y decisivas”, por lo que se considera conveniente declarar la anulación de esos comicios, y designar un presidente provisional. Por otra parte, Alejandro Encinas acusa a Jesús Ortega de querer considerar las casillas con más de mil sufragios y pretender tomar en cuenta las que no se instalaron el día de la contienda.

El 23, por separado, Alejandro Encinas, Leonel Cota y Jesús Ortega rechazan que se anule la elección. Diputados del PRD censuran las acciones sucias de las corrientes de Encinas y Ortega, pero piden que se actúe con calma y sin precipitaciones hasta conocer el resultado. Ese día se cumple el plazo estatutario y sólo se tienen resultados extraoficiales de 22 entidades, las de menor votación, y no se concluye la revisión de los llamados estados “conflictivos”. Arturo Núñez declara que no hubo condiciones para realizar el cómputo final de la elección debido a las diferencias políticas entre los dos principales candidatos en 12 estados, lo cual impidió determinar un ganador. Además, dice que los integrantes de la CTE son “rehenes de la parcialidad de los delegados”; atribuye el retraso en el conteo en 12 entidades (Guanajuato, Estado de México, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Zacatecas, Chiapas y el Distrito Federal) a la diferencia de criterios entre los integrantes de las delegaciones por la existencia de un número superior a las mil boletas que, conforme a la norma, fueron entregadas a las casillas.

Alejandro Encinas pide una salida estatutaria y no política al conflicto, mientras que Ortega declara que algunos sectores del partido lo quieren vetar. El 25, Encinas y Ortega se reúnen con el dirigente nacional Leonel Cota, Arturo Núñez y los integrantes de la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia del partido, y acuerdan destrabar el cómputo de votos. Nueva Izquierda plantea que para destrabar el conflicto, se abran las mil 270 casillas que aún faltan por computar; Graco Ramírez señala a los personajes que han obstaculizado el cómputo de votos: Dolores Padierna, en Tabasco; Gerardo Fernández Noroña, en el Estado de México; Valentina Batres, en Veracruz, y Juan Manuel Ávila. Alfonso Ramírez Cuéllar y Camilo Valenzuela culpan de la crisis del partido a AMLO y a Cuauhtémoc Cárdenas.

El 26 de marzo, Leonel Cota Montaño y Alejandro Encinas Rodríguez dejan entrever que la resolución al conflicto y el cómputo final de la elección puede darse hasta abril. El 27, César Augusto Morones, director de la encuestadora IMO, declara que Jesús Ortega sólo podría ganar “con trampas”: “no tiene posibilidad numérica alguna de ganar: su mejor escenario es perder por 4.4 por ciento y, en el peor, por 11 puntos”.

El 28 de marzo, tanto Encinas como Ortega se declaran ganadores de la contienda, mientras Camilo Valenzuela insiste en convocar una reunión del Consejo Nacional del PRD, para destrabar el conflicto. El 30, ante Marcelo Ebrard y Leonel Godoy, Alejandro Encinas y Jesús Ortega acuerdan concluir el cómputo nacional de votos de la elección. La CTE nuevamente inicia los cómputos de la elección.


Análisis

Parecen recurrentes los conflictos que enfrenta el PRD cada ocasión que releva su dirigencia nacional. De un lado, las disputas cerradas entre los principales contendientes han llevado a resultados inciertos, como lo demostró la contienda de la que salió ganadora la hoy gobernadora de Zacatecas, Amalia García (quien compitió, justamente, contra Jesús Ortega), contienda que tuvo que ser anulada. En la otra punta, las elecciones internas son terreno propicio para que las confrontaciones entre corrientes sea lo más dura posible, con una diferencia en relación con la actual: las múltiples “tribus” parecen haberse concentrado en dos “clanes” con posturas irreconciliables (dicho en términos coloquiales, “lopezobradoristas” vs. “chuchos”), lo que dificulta los intentos de negociación.

Esta experiencia debiera servir al partido para reflexionar, con seriedad, acerca de la conveniencia de mantener este tipo de procesos electorales como mecanismo de renovación de dirigentes. No se resta nada democrático a una renovación si se hace, por ejemplo, mediante asambleas representativas en las que los militantes hacen oír su voz de modo indirecto; en cambio, queda lejos de ser adjetivado de democrático un proceso que, en teoría, permite la participación amplia de ciudadanos militantes pero que está expuesta a varias manipulaciones y a descalificaciones mutuas, sin que termine por ser creíble.

También debiera servirle al partido para repensar con claridad el papel informal que juegan sus liderazgos en la vida interna del partido. Cuauhtémoc Cárdenas mantuvo una actuación discreta, aunque trascendió que apoyaba a Jesús Ortega, mientras que López Obrador contrastó en ello, pues hizo público su apoyo a Alejandro Encinas, con lo cual intentó trasladar su peso como figura nacional al candidato de su preferencia. A juzgar por el resultado, la maniobra fue poco menos que exitosa, por lo cual un triunfo de Ortega sería leído como una derrota del excandidato presidencial.

Además, el costo de mantener esta disputa es muy alto. En particular, reduce su “autoridad moral” al PRD ante los agravios suscritos con anterioridad (¿quién creerá que el partido que no resuelve sus procesos internos limpiamente puede impugnar una elección federal, acusada de “sucia”, cuando han reproducido en su seno las peores prácticas políticas?), y segundo, debilita su actuación en otros frentes, por ejemplo, en el debate de la reforma energética, porque tienen que canalizar su atención a resolver su situación (de ahí el llamado de López Obrador a mantenerse unidos y “evitar las distracciones”). En pocas palabras, el PRD es víctima de su propia obsesión por la desconfianza: los candidatos desconfían de su adversario (en este caso, interno) y desconfían de quien regula la contienda comicial, con lo que reproducen en buena medida la lógica del conflicto poselectoral de 2006.


Horizontes

Lo acontecido en la elección de la dirigencia nacional del PRD demuestra que el PRD tiene reglas y organismos internos poco adecuados para resolver sus disputas internas de manera pacífica, razonable y aceptable para los involucrados en estos procesos. Cualquiera que sea el próximo dirigente nacional –así sea un interino- tendrá que considerar con madurez esta debilidad organizativa que le genera constantemente más desventajas que beneficios.

Asimismo, los hechos de esta quincena son -si acaso- un síntoma de un par de problemas más graves: la falta de institucionalización del partido y su débil compromiso con la democracia. De seguir por esta ruta, el papel que esta izquierda adquirirá en los próximos años será gris, por decir lo menos, guiado por una lógica poco creativa y de conflictividad creciente, ad hoc con su práctica política de los últimos dos años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se observa un cuerpo electoral partidista ineficiente y/o parcial a la hora de intentar llevar por vías institucionales la disputa interna en el PRD, de ahí listas incompletas de los posibles votantes y escasas medidas de seguridad en cada una de las casillas instaladas, entre otras irregularidades.
Un arraigado clientelismo político de parte de los grupos en disputa (compra de votos) lo que resulta en una competencia inequitativa de recursos entre los candidatos. Situación que no previó oportunamente la Comisión Técnica.
La disputa de dos liderazgos (AMLO-A. Encinas y Cárdenas-J. Ortega) por el control del partido que apoyaron a un candidato cada uno, situación que polarizó la lucha interna a un grado excesivo al grado de estar en este momento en la antesala de la anulación de dicha elección interna.
Estos hechos demuestran q' el PRD tiene reglas y organismos internos poco adecuados para resolver sus disputas internas de manera pacífica, razonable y aceptable para los involucrados en estos procesos.

Anónimo dijo...

En los hechos sería conveniente documentar bajo el día 20 de marzo la publicación de la carta de Cárdenas a los miembros del PRD http://www.eluniversal.com.mx/notas/491840.html así como las reacciones que desencadenó su pronunciamiento dentro del partido y en la opinión pública.

Reflexión para el análisis y horizontes

La densidad política en México sigue concentrada en las elecciones:
- en una democracia reducida a su mínima expresión, característica sucinta de definición parsimoniosa, pero que no la exime de sentirse menos asediada por su pasado autoritario, por su padre ya muerto, por su fantasma, el que regresa con más fuerza y se resiste a ser interpelado, así Hamlet.
- en una democracia joven, qué va, adolescente, que ha convertido el punto de inflexión –la elección de sus elites políticas-, en su regularidad cotidiana; fijación animada en su compulsión a la repetición. Vienen nuevas elecciones cuando apenas terminaron las anteriores; se topa con ellas una, otra vez y no puede más que tropezarse.
- en una democracia que no termina de preguntarse qué lugar darle y cómo reconciliarse con su pasado. La mera imposibilidad de enunciar la pregunta, hace hablar a su pasado por lugares inesperados, se siente aún el vaho a través de la celosía del bozal de la que fuera la armadura del Rey Hamlet. ¿Por qué México no lo metabolizó de otras maneras como podrían serlo (o haberlo sido) la Reforma del Estado y el procesamiento jurídico de los perpretadores del antiguo régimen?
- en una democracia que espera el día de las elecciones, como se espera la venida del Mesías. El voto y toda la parafernalia electoral que le reviste, después de un pasado indigesto, irresuelto, cae en la banal fetichización. Un voto en el que “se va la vida”, por el que todo se justifica, es un voto cosificado, es un voto que habla desde el autoritarismo, el corporativismo y el clientelismo, no desde la democracia ¿es este voto un nuevo Caudillo? Normalmente se habla de que los ecos del autoritarismo se escuchan en el contenido del voto, la elección de un líder carismático, o el apoyo a una opción determinada: una izquierda no democrática como llega a decirse. Sin embargo, más allá de ello encontramos que la forma misma en la que el sistema político vive y enfrenta la cuestión electoral tiene una lógica consonante con el funcionamiento de un régimen autoritario, un voto por el que todo se vale.
Fue ahora el PRD por donde habló… mañana por las elecciones de Comala.